Maquiavelo y la máquina del destino
“¿Qué aporta el
socialismo? Ha destruido las viejas fuerzas, pero no ha creado otras
nuevas. Mientras que nosotros dispondremos de una nueva fuerza ¡y qué
fuerza!” Verjovenskii tiene una voluntad y una táctica. Las ideas se las
suministran socialistas de buena fe
como Shigálev o Líamschin, al jefe carismático lo buscan en Stavrogin,
porque “un aristócrata que viene a la democracia es algo sumamente
seductor”. No podemos en la Bolivia Plurinacional (2007) de hoy leer sin
escalofrío las cínicas exhortaciones de Verjovenskii : “Cuando nos
apoderemos del poder, trataremos de curarlos (a los rusos de su
degradación)… Si hace falta recurriremos al ascetismo… Pero por el
momento tenemos necesidad de una o dos generaciones de gente disoluta;
tenemos necesidad de una corrupción inaudita, innoble, que transforme al
hombre en un insecto inmundo, cobarde cruel y egoísta… Y junto con eso,
se les dará un poco de “sangre fresca” para que le cojan el gusto.” Y
añade y aclara: “Yo no me contradigo, Yo solo contradigo a los
filántropos y a los Shigálev, Yo soy un tunante; no un socialista.”
“La sed de instrucción es de por sí una sed aristocrática. Apenas se da paso a la familia o al amor, nace el deseo de la propiedad. Mataremos ese deseo y fomentaremos la embriaguez, la calumnia y la delación; sumiremos a los hombres en una disipación inaudita y destruiremos en germen todo genio” (…) “Cada treinta años –sigue diciendo Verjovenskii– Shigálev autoriza las convulsiones (…) pero hasta cierto límite.”
“Para llevar estas ideas a la práctica hace falta un ejército y ése ejercito lo componen los sentimentales, los intelectuales que adulan a cierta juventud que les infunde un miedo morboso” (…) “pues se figuran, en su ignorancia, que tienen en sus manos el porvenir de Rusia.”
Exhortaciones del abominable Verjovenskii de la novela Demonios, escrita y editada en 1873 por Fiódor Mijáilovich Dostoievski.
“La sed de instrucción es de por sí una sed aristocrática. Apenas se da paso a la familia o al amor, nace el deseo de la propiedad. Mataremos ese deseo y fomentaremos la embriaguez, la calumnia y la delación; sumiremos a los hombres en una disipación inaudita y destruiremos en germen todo genio” (…) “Cada treinta años –sigue diciendo Verjovenskii– Shigálev autoriza las convulsiones (…) pero hasta cierto límite.”
“Para llevar estas ideas a la práctica hace falta un ejército y ése ejercito lo componen los sentimentales, los intelectuales que adulan a cierta juventud que les infunde un miedo morboso” (…) “pues se figuran, en su ignorancia, que tienen en sus manos el porvenir de Rusia.”
Exhortaciones del abominable Verjovenskii de la novela Demonios, escrita y editada en 1873 por Fiódor Mijáilovich Dostoievski.
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